jueves, 3 de diciembre de 2015

Reconectar con nuestra Esencia

Definitivamente mientras más estudio cualquier fenómeno natural, desde el funcionamiento del cuerpo humano ó de cualquier ser vivo hasta la interacción de cada uno de ellos dentro de un ecosistema, ó los sistemas solares, las galaxias, las estrellas… el universo en general, más creo en la fuerza creadora que hay detrás de todo ese orden tan complejo, llámesele a esta fuerza como se le quiera llamar (Dios, Inteligencia Divina, Arquitecto del Universo, Creador, etc).  Y en mi camino de búsqueda personal, mi deseo de solucionar mis problemas existenciales me ha llevado a estudiar, observarme, preguntarme porqués, y por ahora he llegado a la conclusión de que todos esos problemas tienen su origen en que vivo en estado de desconexión con esa Fuerza, que vivo queriendo alimentar al ego, que es el que nos mantiene desconectados de Ella.
Creo que todos  los seres vivos (excepto la mayoría de los seres humanos) están intrínsecamente conectados con la Divinidad.  A los animales nadie les dice qué, cuánto y cómo comer, a dónde emigrar, cómo cazar, etc… todo lo hacen por instinto, ¡y es maravilloso con qué exactitud realizan lo que es necesario para su supervivencia!, instinto del cual nosotros como seres humanos nos alejamos cada vez más y más, y estamos pagando un precio muy alto.  Viviendo en ese estado de desconexión generamos un vacío, que queremos llenar con comida, drogas, alcohol, café, tabaco, sexo, dinero, fama, etc.  Y mientras más de todo esto tenemos, más queremos y nunca estamos conformes.  En mi caso, por ejemplo, este vacío lo he querido llenar principalmente con mi obsesión por la comida, ya sea en el modo de ser la más disciplinada de las disciplinadas y seguir estrictamente las reglas de “X” ó “Y” corriente dietética (baja en grasas, baja en carbohidratos, baja en calorías, vegana, crudivegana estricta, etc) y estar muy delgada  (nunca conforme), ó en el comer desordenadamente, dándome atracones de comida, sintiéndome culpable y mal físicamente por comer tanto, y con sobrepeso y la autoestima por los suelos.  Toda mi vida he pasado de uno a otro estado; tengo fotos en donde peso 70 kg, y otras en donde peso 48 kg.  Y sé que muchísima gente se encuentra en las mismas.  Y el más grande error que cometemos es insistir en sólo enfocarnos en arreglar nuestra situación con la comida y el peso, prestando atención a cada gramo que se sube ó se baja, planeando dietas por hacer, fantaseando con que cuando seamos delgados todo en nuestra vida se solucionará, y cuando llegamos a alcanzar nuestra meta del peso ideal éste se nos esfuma de las manos y volvemos a ganar el peso perdido en cuestión de unas pocas semanas, para volver a iniciar con el círculo vicioso.  ¿Por qué?  Porque nuestro verdadero problema se encuentra mucho más allá de todo esto, porque todo ese terrible ciclo de sufrimiento es un efecto, que tiene su causa en lo más profundo de nuestro Ser.
Necesitamos re-conectarnos.  Aprender a escuchar a cada una de nuestras células, observar nuestro cuerpo, conocerlo a fondo. Si en verdad estamos atentos a los mensajes que nos envía nuestro sabio cuerpo, y sólo comemos cuando tenemos hambre y paramos de comer cuando ya estamos satisfechos (no llenos hasta el tope), el sobrepeso se desaparecerá por sí mismo, y esto lo sé por experiencia propia.  Cuando hemos aprendido a observar el cuerpo a fondo, entonces también aprenderemos a observar nuestra mente. Tarea bastante compleja (paradógicamente también, pues podría pensarse que lo más sencillo del mundo es conocer nuestro propio cuerpo y nuestra mente).   Nuestro cuerpo y nuestra mente es lo que tenemos más próximo  y es el medio que nos va a ayudar a conectarnos con la Inteligencia Divina que reside en todos y cada uno de nosotros. Los que tenemos problemas de desórdenes alimenticios (ya sea comer compulsivo, anorexia, bulimia, ortorexia), es precisamente ese problema el que nos va a dar la llave para reconectar.  Para nosotros la comida es nuestro maestro, ya que hasta que no abordemos el problema desde su raíz, seguiremos peleando por conseguir el “peso ideal” inalcanzable, ó el estado de salud perfecta,  ó pensando que ya no tenemos remedio, que somos unos débiles de voluntad y que ni caso tiene el esforzarse por estar sanos y delgados.
Solamente abordando el problema desde nuestro vacío espiritual podremos solucionar de manera total nuestra relación con la comida, que va de la mano con otros aspectos de nuestra vida con los que estemos atorados y nos generen sufrimiento. 

Trabajemos para conectar con lo divino, para encontrar paz y felicidad en nuestras vidas, para llenar ese vacío que genera tanto sufrimiento.  Cada quien tiene su propio camino.  Observa, escucha, siente, ama y agradece para encontrar el tuyo.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Sobre sentirnos satisfechos

¿Qué es el estado de satisfacción?  Es un estado que creemos conocer, un estado que perseguimos todo el tiempo, y sin embargo, es un estado que cuando lo llegamos a alcanzar resulta demasiado efímero.  El ser humano es un ser constantemente insatisfecho, y eso no es del todo malo ya que eso es lo que en el plano material lleva a la humanidad a progresar: nunca estando satisfechos con lo que se tiene, vamos creando cada vez más cosas, por ejemplo: No estando satisfechos con caminar ó correr el hombre echó mano de los caballos u otros animales para poder llegar más lejos; al no estar satisfecho con eso inventó los vehículos con ruedas para ser tirados por los animales más rápidos, y después no satisfecho con eso, inventó los vehículos motorizados, y no satisfecho con eso inventó los vehículos voladores, y no satisfecho con eso inventó los cohetes para llegar todavía más lejos…  Y así, con todo.  El hombre es el único del reino animal que mientras más tiempo pasa más necesidades tiene.  Y como prueba basta un botón: nuestros abuelos vivían sin problemas sin teléfonos, computadoras, internet, y tanta tecnología de punta  que ahora es más que indispensable.  Los antiguos egipcios, griegos, mayas, aztecas, todos construyeron grandes obras de ingeniería sin la maquinaria que ahora resulta absolutamente indispensable para cualquier construcción, por sencilla que sea.
Entonces, por ese lado, parece que la constante insatisfacción del hombre es algo muy bueno en el plano material, pero… ¿qué pasa en el plano mental, energético, y espiritual?
Alguna vez leí (no recuerdo la fuente ni el autor) que cuando el hombre busca la satisfacción a base de riqueza material, es como si quisiera saciar su sed con agua de mar: mientras más tiene, más quiere y más necesita, y nunca va a saciar su sed, al contrario, mientras más toma más deshidratado queda.  Por lo que nunca puede sentirse satisfecho a base de riqueza material. Nuevamente para muestra basta un botón: Michael Jackson, Elvis Prestley, Y muchísimas personas que alcanzan el éxito, la fama y la riqueza que todos soñamos con conseguir algún día… y sin embargo murieron completamente insatisfechos. 
Y ¿no es estar satisfecho igual a estar feliz ó estar en paz?  ¿no es estar en paz y felices nuestra meta última?  Y si no lo es… ¿entonces para qué tanto esfuerzo por conseguir más y más? Tal vez estamos errando el camino para llegar a esta meta de felicidad y satisfacción plena.
Dice el segundo principio hermético (principio de reciprocidad): “como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”.  Aplicando este principio al tema de satisfacción: este estado de insatisfacción a nivel material se ve reflejado en otros aspectos de nuestra vida, como el comer.  Los que tenemos el problema de comer de manera compulsiva precisamente comemos de esa forma porque nunca nos sentimos satisfechos (al menos en mi caso, aunque mi estómago se sienta “lleno” hay algo en mí que me pide más y más, y que quisiera poder comer todo el día si esto fuera  físicamente posible).  Hay personas que reflejan el estado de insatisfacción en su relación con las drogas, el alcohol, el sexo, el trabajo, etc.
Y creemos que seremos felices y estaremos por fin satisfechos cuando logremos aquello por lo que estamos trabajando: estar delgados, estar saludables, llegar a unos Juegos Olímpicos, terminar un maratón, tener una cantidad determinada de dinero en el banco, tener “X” número de propiedades, lograr el puesto anhelado, ó lo que sea.  Y muchas veces llegamos a esa meta, nuestra satisfacción dura unos minutos, horas, tal vez días… y luego se esfuma, otra vez la insatisfacción, otra vez el vacío.  No sé si les pase a ustedes, pero yo  con todo esto como un hámster que corre en su rueda a toda velocidad sin llegar jamás a ningún lado.
Ayer vi una película de Wayne Dyer: “El cambio”, en la que nos explica que todos los maestros espirituales coinciden en que el estado de plenitud y felicidad es algo que se encuentra dentro de nosotros.  Es el estado al que se llega cuando logramos conectar con nuestra esencia, con nuestra fuente, con Dios.  Cuando actuamos desde el corazón, desde este estado de conexión con la fuente, entonces todo lo que hagamos será pleno, estará alineado con nuestro dharma (la misión que la divinidad nos asignó para llevar a cabo en este mundo material), y entonces estaremos felices sólo con el “hacer”, cualquiera que sea nuestra misión, y estaremos desligados del fruto de nuestro esfuerzo, ya que simplemente  hacer lo que estamos destinados a hacer nos llena de satisfacción, y no necesitamos nada más.

Los que somos comedores compulsivos, o tenemos cualquier otra obsesión por la comida, tenemos en ella a nuestra maestra, es el indicador de cómo estamos a niveles más profundos del ser.  Si sentimos la necesidad de comer mucho más de lo que verdaderamente necesita nuestro cuerpo para funcionar correctamente, ó estamos pensando todo el día en comer correctamente, en contar calorías, en seguir estrictamente  un plan aunque nuestro cuerpo nos pida a gritos otra cosa,  todo ello es un reflejo de que vamos por la vida desconectados de nuestro cuerpo, de nuestra mente y, por supuesto, de nuestra alma; de que estamos buscando la satisfacción en lo material, de que vivimos bajo la influencia del ego.  La comida es la que nos indica que es el momento de conectar con nosotros mismos, de reencontrarnos, de buscar a Dios, a la energía universal ó como quieran llamarle.  En cuanto encontremos ese estado de plenitud, todo lo demás vendrá solo, y seremos capaces de escuchar a nuestro cuerpo, que tiene la capacidad de saber exactamente qué, cuánto y cuándo comer; sólo entonces viviremos en felices y en paz.

domingo, 18 de octubre de 2015

Conectando con nuestro alimento

Comer es uno de los mayores placeres de la vida.  El motivo principal de comer es la supervivencia.  Pero… ¿en verdad comemos sólo cuando tenemos hambre?, ¿de verdad disfrutamos de nuestra comida, la saboreamos, la amamos?   La respuesta parece simple.  Sin embargo, creo que en nuestra época, más que nunca, el ser humano come de manera muy inconsciente, y no disfruta de verdad la comida.  Ni qué decir sobre las cantidades: comemos el doble, el triple, ó mucho más de lo que realmente necesitamos para subsistir.

Una de mis películas favoritas es Ratatouille.  Y una escena en particular se me quedó muy grabada: cuando el crítico y experto gourmet Anton Ego se presenta con Linguini y éste le dice que es muy delgado en comparación con lo que le gusta la comida,  Ego contesta: “no me gusta la comida, la Adoro… y no me la trago, sino La adoro”.  Tal vez no nos guste reconocerlo, pero son muy pocos los que tienen esta actitud hacia la comida, de lo contrario el sobrepeso, la celulitis y las enfermedades derivadas del comer en exceso y mal serían un caso raro.  En mi humilde opinión, en vez de buscar la dieta perfecta, ó la píldora que solucione nuestros problemas de sobrepeso, ó  querer ejercitarnos 2, 3, 4 horas diarias los 365 días del año por el resto de nuestras vidas para no engordar, deberíamos cambiar nuestra actitud y conectar con nuestra comida.

Creemos que disfrutamos de la comida, pero no es así:
1-       Todos llevamos prisa casi siempre.  Cuando comemos con prisa apenas masticamos la comida, y no nos damos cuenta ni a lo que sabe.  ¿Cuántos podrían decir que con probar un bocado pueden detectar exactamente qué ingredientes tiene cualquier cosa que estén comiendo? (suponiendo que no sea una comida simple de uno, dos ó tres ingredientes).  Ni qué decir si vamos comiendo en el coche ó en cualquier medio de transporte, comemos parados ó incluso mientras vamos caminando. ¿En verdad estamos atentos a lo que estamos comiendo?
2-      No nos gusta comer solos, y si lo hacemos, entonces necesitamos tener enfrente la televisión, un libro, el teléfono, la computadora, el periódico, la caja del cereal… cualquier cosa con la que distraernos y no prestar atención de verdad a la comida. Cuando estamos acompañados estamos inmersos en la plática, y no prestamos tanta atención a lo que estamos comiendo.
3-      Pocas veces cocinamos y comemos alimentos de verdad  (el echar el cereal a la leche no es cocinar, ni prepararse un sándwich, ni meter al micro la comida congelada), por lo tanto, en la mayoría de nuestras comidas ni siquiera sabemos los ingredientes exactos de lo que estamos comiendo. Y si leen con detenimiento los ingredientes de ese pan integral “sanísimo” con el que se hacen el sándwich y los de la pechuga de pavo maravillosamente “sana” con que lo rellenan, se podrá dar uno cuenta de que estamos ingiriendo cualquier cantidad de químicos e ingredientes desconocidos.
4-      Damos por hecho que siempre tendremos comida de manera fácil y rápida, y muy poca gente agradece antes de comer y se detiene un poco a pensar en todo el proceso por el que pasaron los insumos para llegar a nuestra mesa (desde la siembra, el cuidado de la cosecha, los transportistas que trabajaron para llevar el insumo cerca de nosotros, etc).
5-      Tenemos el paladar adormecido por el consumo en exceso de sal y azúcar refinada que contienen todos los alimentos industrializados, por lo que si al comer no sentimos un golpe fuerte de dulce ó de salado, la comida no nos sabe… perdimos la capacidad de percibir el sabor característico y natural de cada alimento.  Muy poca atención ponemos a la textura del mismo.

Si comemos con la misma atención y actitud con que los expertos catan el vino, ó el café, ponemos en marcha los procesos naturales del cuerpo de saber exactamente qué alimento y en qué cantidad necesitamos.  Observen a un niño pequeño comer (sin estarlo apurando).  Come con verdadero placer, mantiene el alimento muchísimo tiempo en la boca, y puede tardar media hora en terminar una galleta.  Yo creo que ¡Esa es la manera de comer en que la naturaleza programó al hombre! 

Todos aquellos que comemos compulsivamente sabemos que una de las características principales de los atracones es comer demasiado de prisa, sin importar la calidad del alimento, y mientras menos tengamos que detenernos a prepararlo, mejor.  Si comemos despacio, masticando cada bocado hasta que éste sea completamente líquido en nuestra boca, nos detenemos a analizar el sabor, la textura, el movimiento de la lengua acariciando el alimento, es prácticamente imposible comer de más. Alguna vez conocí a un entrenador de judo japonés, que me contó que los luchadores de sumo deben comer siempre con algo enfrente para distraerse, para que no pongan atención a la comida mientras comen, y así puedan comer mucho más…¡Eso es lo que hacemos todos todo el tiempo!

Yo creo que el éxito que ha tenido el estilo de vida de la macrobiótica para curar tantas enfermedades y bajar de peso a tanta gente se debe a que una de las principales normas es que cada bocado se debe de masticar alrededor de 50 veces… ó 100 si se quieren los resultados espectaculares más rápido (eso lo dice George Oshawa en su libro “El zen macrobiótico”).


Somos parte del reino animal.  Es sorprendente cómo todos los animales en estado salvaje saben perfectamente qué y cuánto comer de manera instintiva, y no creo que el hombre sea la excepción.  Lo que pasa es que vivimos desconectados de nuestra esencia, de nuestro cuerpo, de nuestros instintos.  Cuando dejemos de escuchar a nuestra mente (en relación con la comida) y aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo, a prestar total atención cuando estamos comiendo, y disfrutar al máximo cada bocado, entonces seremos capaces de saber instintivamente qué y cuánto hemos de comer.


Si tienes algún comentario respecto al artículo, me encantaría leerlo.  Escríbelo en la parte de abajo.  ¡Gracias!

domingo, 4 de octubre de 2015

¿Por qué enfermamos?

Hasta hace algunos años se tenía la idea de que enfermábamos por la mala suerte de ponernos en el camino de lo siguiente:
a)      Algún virus ó bacteria
b)      Algún gen maligno que nos heredaron
c)       Por abusar del alcohol ó las drogas
d)      Algún accidente
e)      Simplemente mala suerte
Diferentes estudios recientes han demostrado que esto no es del todo cierto (sin ser éste el caso de los accidentes, aunque yo tengo la hipótesis de que éstos tampoco son sólo mala suerte y que los atraemos debido a algún estado negativo de la mente… pero bueno, de esto todavía no hay pruebas científicas).
En cuanto a los virus ó bacterias: definitivamente son uno de los factores que nos provocan enfermedades, pero no son el único ni el más importante, y me ha dado por imaginarme que si los virus ó bacterias fueran tan determinantes en nuestro estado de salud, el ser humano se hubiera extinguido hace muchísimo tiempo.  Todo el tiempo estamos conviviendo con microorganismos, no podemos vivir en una burbuja en donde éstos no existan, por más desinfectantes, que utilicemos.  Además, estudios recientes han mostrado que el  cuerpo humano posee un mayor número de microorganismos que de células, y que estos microorganismos juegan un papel vital para mantenernos sanos y combatir enfermedades. Cuando nosotros enfermamos debido a un virus ó bacteria, éstos no son más que la gota que derrama el vaso.  (Es por eso que si un grupo de personas se exponen al mismo medio ambiente con la misma cantidad de virus ó bacterias, algunos enferman y otros no.)  Pero entonces, hablando metafóricamente… ¿qué es lo que hace que el vaso (nuestro cuerpo) esté tan lleno que sólo una gota de agua (el virus ó bacteria que entra a nuestro cuerpo) lo derrame?   Es la situación en la que se encuentra nuestro organismo.  Cuando nuestro organismo está desequilibrado (se encuentra acidificado, con la flora intestinal dañada, mal nutrido y con el sistema inmunológico deteriodado), es un caldo de cultivo excelente para todo tipo de microbios dañinos.  Si un virus entra y todos nuestros sistemas están en equilibrio (ligeramente alcalino, la flora intestinal intacta, bien nutrido y el sistema inmunológico fortalecido), éste no encuentra su ecosistema ideal para sobrevivir y muere. 
En cuanto a los genes, todos tenemos una predisposición genética a ciertas enfermedades, pero hay situaciones que pueden activar ó desactivar los genes, y ¿adivinen qué? Que exactamente como expliqué con los virus ó bacterias, las condiciones en las que se encuentran nuestros sistemas pueden activar o desactivar el gen que nos predispone a cierta enfermedad. 
El abuso de alcohol y de drogas tiene una predisposición genética importante, pero también tiene que ver con un desequilibrio, tanto a nivel físico como a nivel emocional.
Por lo tanto, lo que es realmente importante a la hora de mantener nuestra salud es mantener el equilibrio interno de nuestro organismo.  Para ello es súper importante el llevar una alimentación adecuada, hacer ejercicio, aprender a manejar el estrés, dormir lo suficiente, y algo muy importante: mantener una actitud positiva hacia la vida.  Cuando estamos estresados, enojados, quejándonos y lamentándonos, criticando a los demás ó a uno mismo, cuando tenemos rencores y envidias se crea un estado interno de acidosis y toxicidad (aun llevando la mejor de las dietas), lo que nos lleva a que, después de muchos años bajo estas circunstancias, el cuerpo sea también un caldo de cultivo ideal para todo tipo de enfermedades.  Los invito a investigar sobre  “Los mensajes del agua” del dr. Masaru Emoto, en donde explica la fuerza que tienen nuestros pensamientos y nuestras intenciones en todo nuestro Ser.
Somos cuerpo, mente y espíritu, y tenemos que aprender a equilibrar estos tres aspectos. 

Me despido con una cita que alguna vez leí (desgraciadamente fue hace mucho y ya no recuerdo en dónde me la topé): “el ser humano cuando tiene salud la descuida  por ir en busca de riquezas… riquezas que al final de la vida tiene que gastar en el intento de recuperar la salud perdida”.

jueves, 1 de octubre de 2015

¿Por qué vegetariana?

Quiero compartirles un poquito de mi historia, empezando con el por qué decidí ser vegetariana. Todo inició un buen día que me fui de pinta con unos amigos de la ESEF (Escuela Superior de educación física) a comer tacos de carnitas.  A pesar de que desde niña me sentía más inclinada a preferir platillos sin carne (por ejemplo: siempre prefería unos sopes a unos tacos, ó un plato de espagueti a una carne asada), como en mi familia comían de todo y mucha carne, pues crecí comiendo carne.  El día de la pinta con los amigos era de lo más normal, y pues iba con toda la disposición de comer tacos, pero cuando llegamos al local me encontré con que ahí mismo estaba el cerdo muerto y estaban quitándole la piel.  La escena me impactó demasiado, no quise pedir tacos y me crucé la calle para comprarme mejor un yogurt y una barrita en la tienda (ahora sé que tampoco son opciones muy saludables, pero, bueno… en ese entonces yo no tenía idea de muchas cosas que ahora sé).
Esa impresión fue el detonante de que haya empezado a crear conciencia de lo que comía.  Todos somos distintos (mis amigos igual vieron al cerdo muerto y ni se inmutaron y se comieron alegremente los tacos), pero al menos a mí empezó a desagradarme la idea de comerme un animal muerto.  De ahí restringí bastante mi consumo de carne, si bien no lo dejé por completo debido a que me daba miedo que me fuera a faltar algún nutriente. 
Fue hasta el 2004, cuando regresando de Juegos Olímpicos de Atenas, y ya con la idea de retirarme del nado sincronizado, que decidí dejar de comer carne por completo.  Además también empecé a practicar yoga de forma regular, y con lo poco que empecé a estudiar sobre filosofía del yoga me convencí de que haría ese cambio.  El motivo principal era uno de los principios éticos que maneja la filosofía yogui que es “ahimsa”, que se traduce como “no violencia”.  Y el matar a un ser sintiente por la razón que sea se considera violento (después escribiré un artículo más detallado sobre este principio). 
Pero sólo dejé de comer carne y no me preocupé por comer realmente sano, por lo que empecé a tener algunas enfermedades que no relacioné con mi manera de comer y mi manera de pensar (en nuestra cultura nunca lo hacemos, pensamos que nos enfermamos por mala suerte).  Por azares del destino encontré información sobre la alimentación crudivegana, y comí de esa manera religiosamente por aproximadamente 7-8 meses.  Mis enfermedades desaparecieron y bajé de peso muchísimo (yo me sentía excelente, pero en nuestra cultura no está muy bien visto estar tan delgada), mi práctica de yoga mejoró demasiado y me sentía en mejor forma que cuando competí en Juegos Olímpicos. Fue cuando sentí en carne propia la importancia de la alimentación en la salud. 
Pero casi enloquecí, sólo pensaba en comer de manera correcta, y mi vida giraba en torno a la comida.  No presté atención a cuestiones emocionales que estaba yo tapando con mi actitud de obsesión por comer bien (especialistas llaman a esto ortorexia). Después entré en una etapa donde, por varias cuestiones emocionales, me vine abajo, y fue un detonador para que buscara refugio en la comida. Decidí soltar mis reglas tan rígidas y enfocarme en mis problemas emocionales.  Volví a los mismos malos hábitos que antes (el pan es mi vicio) y a comer compulsivamente.  Con esto volvieron los problemas gastrointestinales que habían desaparecido y aparecieron muchos kilos de más (15 para ser exacta, en 6 meses), de sentirme ligera y con energía, ahora me siento muy pesada y con sueño todo el tiempo (aun durmiendo 9 horas).  Mi práctica de ashtanga yoga retrocedió varios años (posturas que ya podía hacer fácilmente ahora ya las veo como un sueño lejano)… en fin, incluso aparecieron problemas que no tenía antes, como dolor en las articulaciones de los dedos de las manos, y en los codos.   Todo esto me lleva a la conclusión inequívoca de que somos lo que comemos, y que nuestras enfermedades son un reflejo de nuestros malos hábitos. En mi caso (lo reitero, no a todos nos funciona lo mismo) lo que me mantiene sana y alejada de las enfermedades es una alimentación basada en plantas, con poco ó nada de alimentos de origen animal, nada procesado ó refinado. Básicamente frutas, verduras y semillas. 
Pero así como no soluciona nuestros problemas de raíz el sólo enfocarnos en sanar nuestra mente y nuestra alma sin cuidar de nuestra comida, lo mismo es a la inversa: no podremos llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos únicamente prestando atención a lo que comemos sin atender a nuestra alma y nuestra mente.
Poco a poco este espacio lo voy a dedicar a compartir información que a mí me ayudó mucho en este camino de sanación, esperando de todo corazón que a ustedes también les ayude.


viernes, 25 de septiembre de 2015

Lo que me enseñó mi hijo acerca de lavar los platos

Ahora que soy mamá puedo decir que los hijos son nuestros mejores maestros. ¡Vaya que el mío está haciendo muy bien su trabajo!  Conforme Gian ha ido creciendo he podido darme cuenta de varias cuestiones:
Yo creo que nacemos perfectos.  Siento que cuando recién llegamos al mundo, traemos un estado “puro” de la mente (no tenemos prejuicios, miedos, ideas preconcebidas), y ese estado mental nos permite vivir en el llamado “paraíso” ó “reino de los cielos”.  Y basta con ver a los niños para comprobar que esto es cierto: todo aquello que hace feliz a un niño son cosas sumamente simples, como ver las hormigas pasar, brincar en los charcos, jugar con la arena, un abrazo, un beso, una canción… Incluso los hace felices hacer cosas que a nosotros adultos nos desagradan: lavar los platos, hacer mandados, barrer.  Con esto no quiero decir que los niños son felices siempre, ya que también se enojan (y ¡de qué manera!) y se entristecen, pero la dualidad es parte de la vida: día y noche, frío y calor, invierno y verano… Así como no puede ser de día todo el tiempo, creo que por naturaleza tampoco tenemos que estar alegres todo el tiempo, la cuestión es el balance entre cada una de nuestras emociones.  Los niños realmente viven su alegría, su tristeza y su furia con total intensidad.
Conforme vamos creciendo, vamos llenando nuestra mente de etiquetas, de prejuicios, que muchas veces no nos dejan ver la vida como lo que realmente es, y nosotros mismos vamos creando nuestro propio “infierno”.  Por poner un ejemplo: hace poco enseñé a Gian a lavar un plato, ¡y estaba muy feliz!, le pareció tan divertido mojarse las manos, jugar con la espuma del jabón, y quitar la mugre del plato para que quedara limpiecito.  Creo que es el caso de todos los niños, seguramente a mí en algún momento de mi infancia me parecía igual de divertido… Eso me hizo preguntarme: ¿en qué momento se pierde la magia?  ¿por qué después  lavar platos lo consideramos una actividad desagradable, que preferimos evitar?  ¿en verdad es desagradable? ¿o es que decidimos que es desagradable porque vimos que alguien estaba enojado y refunfuñando porque tenía que lavar los platos? (los niños todo copian, ¡TODO!)  Ayer mientras lavaba los platos en la noche, y estaba lamentándome de mi triste vida en la que tengo que lavar platos todos los días y todas las noches, me acordé de Gian, y me dije: “a ver Larissa, ¿qué es lo desagradable de lavar platos? ¿qué tanto realmente te puede cansar? Exactamente, qué es lo que te molesta de lavar los platos?”  Y me dí cuenta de que sólo son las historias que me cuenta mi mente las que me hacen desdichada, que en mi poder está ser feliz ó estar enojada mientras lavo los platos… de hecho puedo estar tan divertida como Gian.  Lo único que tengo que cambiar son mis pensamientos y mi actitud hacia esa actividad.

Y creo que lo mismo es con cada aspecto de nuestra vida.  No es fácil, pues tenemos que aprender a vivir en el momento presente, y eso es de las cosas más difíciles que he intentado hacer (otra cosa que los niños hacen a la perfección).  Pero conforme lo vamos logrando, podemos ir perfeccionándonos y evolucionando, logrando la total sanación del Ser.

martes, 22 de septiembre de 2015

Competir vs. compartir

Como atleta crecí con la idea (inculcada también por mi familia) de que la vida es una competencia, que siempre tenemos que demostrar que somos mejores que los demás. Como resultado de esa mentalidad me volví una persona un tanto aislada, egocéntrica, orgullosa, con muy pocos amigos y comedora compulsiva. Ahora entendí que es mejor cambiar la mentalidad: sí debemos de buscar ser mejores cada día, pero no con el móvil de sentirnos más ó mejores que los demás, pues, después de todo, todos tenemos una misión especial en esta vida.  Me gusta pensar que somos como piezas de un rompecabezas, que cada pieza tiene su sitio y su pedacito que aportar al cuadro general, pero no se puede decir que una pieza sea mejor que la otra, ó que una es más importante que la otra.  De igual manera, en nuestra sociedad, todos y cada uno de nosotros tenemos un papel importante que desempeñar, y es muy triste el ver que los que están en una situación que se considera privilegiada se sientan superiores ó más importantes que los que se dedican a labores consideradas inferiores. 
Imaginemos por un momento que, de pronto, toda la gente sea “superior”, y por lo tanto ya no hay quien quiera trabajar de barrendero, ó en el camión de la basura, ó en el campo, ó limpiando los baños de los centros comerciales ó de cualquier espacio público… ¿Qué sería de la vida de aquellos que son “superiores”? con las calles sucias, la basura amontonada por doquier, los baños inutilizables y, lo peor de todo, sin algo que comer (pues incluso la comida procesada necesita de la materia prima, que viene del campo).  Todos necesitamos de todos, y nuestra sociedad sería mucho mejor si cada uno de nosotros tuviera más mentalidad de compartir lo mejor de uno mismo con los demás, en vez de competir y sentirse superior sólo porque tenemos un mejor auto, mejor ropa ó mejor casa, ya que eso no es sinónimo de ser mejores personas. 
Ustedes se preguntarán qué tiene que ver esto con la nutrición ;)  ¡Mucho!  Les explico: Todos sabemos cuáles son los alimentos que nos convienen, nos sentimos mejor comiendo más frutas y verduras y nos sentimos muy mal comiendo comida chatarra.  Pero… ¿por qué la mayoría de la gente luchamos todo el tiempo con nuestros malos hábitos alimenticios? ¿Por qué, si sabemos que nos hacemos daño comiendo garnachas en demasía, lo seguimos haciendo?  Generalmente tenemos la idea de que es porque nos gusta más el sabor de la comida chatarra, y que la comida sana es aburrida.   Pero va mucho más allá de eso (pues la comida sana también puede llegar a ser deliciosa).  Generalmente comemos mal y/ó en exceso porque nos sentimos aislados, porque nos sentimos solos, porque no hemos encontrado significado a nuestra vida, porque nos sentimos amenazados por el mundo, tenemos miedo, porque estamos huyendo de nosotros mismos y nuestras emociones, porque hemos dejado de creer en Dios, porque hemos dejado de disfrutar la vida, porque hemos perdido el rumbo teniendo como único objetivo principal un mejor carro, mejor ropa, mejor casa, y nos hemos perdido a nosotros mismos.  Tenemos miedo de que si somos nosotros mismos los demás nos juzguen, tenemos miedo de no encajar… cuando somos nosotros mismos quienes más nos juzgamos, quienes sentimos que no encajamos porque estamos desconectados de nuestra esencia.  Todo lo anterior porque tenemos esa mentalidad competitiva, de sentirnos mejores que los demás.
Con lo anterior no quiero decir que sea malo tener una bonita casa, un bonito coche y podernos dar la buena vida, ó que hay que rechazar lo material para considerarnos buenas personas.  Cuando estas cosas vienen por añadidura de hacer un buen trabajo, de colaborar con algo grande y bueno en pro de la humanidad, ¡perfecto!.  Pero cuando el hecho de “poseer” se convierte en el único objetivo de nuestra vida, es ahí cuando nos perdemos, y nos causamos todo tipo de sufrimientos, y uno de ellos es utilizar la comida (ó el alcohol, las drogas, el sexo, etc.) para tapar el gran vacío que sentimos por dentro.

Y por eso yo los invito a mejor ver la vida con la mentalidad de compartir, y no competir con los demás, ya que todos somos piezas de un mismo rompecabezas, y todos somos únicos e importantes.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Alimento del cuerpo vs. alimento del alma




Después de mirar atrás, y analizar mi historia con respecto a mi relación con la comida (alimentación secundaria), me he dado cuenta de que, si bien es de suma importancia lo que comemos, no es tan trascendente como la alimentación primaria, ó del alma.  Llevo más de la mitad de mi vida estudiando y experimentando diferentes teorías dietéticas.  Incluso cuando empecé a estudiar para certificarme como Health Coach mi intención era dedicarme a enseñarle a la gente cómo debería comer. Empecé a estudiar a muchos autores: todos demuestran científicamente y con testimonios sus teorías, pero si ponemos a todos estos autores en una mesa de debate, jamás terminarían de ponerse de acuerdo.  Los únicos alimentos que están considerados de manera unánime como saludables son los vegetales de hoja verde, algunas verduras, todas las moras (fresas, frambuesas, mora azul, zarzamoras, etc), y algunas semillas como hemp, la chía y la linaza.  Todo lo demás entra en polémica. Los alimentos en los que todos coinciden que hay que evitar son: azúcar y harinas refinadas, todos los alimentos refinados, procesados e industrializados.  Me volví un poco loca ante tal confusión, y terminé comiendo algunos días casi nada, y algunos otros compulsivamente cualquier cantidad de alimentos prohibidos.
Decidí escribir mi historia en relación a la comida a manera de terapia, y eso me ayudó a darme cuenta de que la raíz de todos los males no está precisamente en la comida, sino en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra alma. Ahí es en donde tenemos que enfocar nuestra atención y nuestros esfuerzos, y cuando comencemos a sanar en este nivel, comer sanamente vendrá solo, y no será un esfuerzo y una lucha constante.  De hecho, creo que es suficiente seguir las siguientes reglas:
- Masticar muy bien la comida, hasta que sea totalmente líquida dentro de la boca.
- Disfrutar la comida, no comer mientras leemos, vemos la tele, chateamos, etc.
- Comer conscientemente, de manera que identifiquemos aquellas comidas que nos provocan gases, hinchazón, estreñimiento, etc., y podamos evitarlas.
- Comer únicamente comidas que fueron preparadas con cariño.
- Comer únicamente cuando de verdad tengas hambre.
- Comer hasta que te sientas satisfecho, no hasta que sientas que el estómago te va a reventar.  Un indicador sería que aun después de comer tienes ganas de salir a caminar ó de jugar con tus hijos.
- Tomar agua sólo cuando tengas sed.
- Comer sólo alimentos que te gusten mucho.
- Evitar los alimentos refinados, procesados, que vengan en paquetes  y que tengan una larga lista de ingredientes.
- Disfrutar de lo tradicional.
- Incluir algún alimento fermentado.
Por lo tanto, mi blog está más enfocado a brindar recursos para sanar a nivel de mente, alma y espíritu, de la mano con una alimentación sana, consciente y sensata.  Yo misma estoy en el camino, y quiero compartirlo con ustedes.  Estoy empezando a entender eso que dicen en tantas tradiciones espirituales de que todos somos uno, y que cuando alguien adelanta un poco en su desarrollo se crea como un efecto dominó y empezamos a mejorar todos.  Ya no es el momento de competir, sino de compartir, y utilizaré este blog para ayudarme y ayudar a otros a sanar de manera holísitica e integral.  
¡¡¡¡Gracias por acompañarme en este camino!!!!

“Nacimos para ser felices, no para ser perfectos…El amanecer es la parte más bonita del día porque es cuando Dios te dice: “levántate! Te regalo otra oportunidad de vivir y comenzar nuevamente de mi mano”. Los días buenos te dan FELICIDAD, los malos te dan EXPERIENCIA, los intentos te mantienen FUERTE, las pruebas te mantienen HUMANO, las caídas te mantienen HUMILDE, pero sólo DIOS te mantiene de pie!”
                                                                                                                                                                                            Juan Pablo II