domingo, 17 de enero de 2016

Mi experiencia con la dieta crudivegana


¡Hola!  J Hoy quiero contarles que hace como año y medio empecé con una dieta basada en frutas, verduras y algunas semillas.  Me sentía muy bien, muy ligera,  mejoraron mis padecimientos gástricos (yo diría que en un 80%), y bajé de peso como nunca antes en la vida.  Estuve comiendo así alrededor de 8 meses.  Lo que no me gustaba era que se me caía el pelo un poco más que de costumbre, y tenía el estómago perennemente inflamado, por lo que era como una cuerda con nudo: muy flaquita, pero panzona.  Esto me llevó a seguir estudiando más a fondo sobre el tema de  nutrición, por lo que decidí certificarme como coach de salud en el Institute for Integrative Nutrition de Nueva York.  Por lo tanto, empecé a leer a muchos autores de teorías dietéticas, todos muy distintos.  Lo más importante que aprendí aquí es el concepto de la alimentación primaria: es todo lo que nos alimenta a un nivel físico, emocional ó espiritual que no viene en un plato, como el ejercicio, el dormir bien, la calidad de nuestras relaciones, si tenemos un trabajo gratificante, nuestra actitud ante la vida, etc.  Durante el curso tuve catarsis de emociones guardadas y sofocadas por tanto tiempo, por lo que acudí a la comida como refugio y consuelo.  Claro que era muy consciente del daño que me hacía cada vez que me atascaba de pan, postres, tortillas… pero era incontrolable.  Las personas con alguna adicción, ya sea a la comida ó a otras cosas podrán entenderme.  Subí alrededor de 14 kg de peso, algunos problemas gástricos regresaron, sentía las piernas pesadas, y me dolían algunas articulaciones de los dedos de las manos por las mañanas; además me sentía cansada todo el tiempo, no lograba despertarme temprano para hacer mi práctica de yoga, y estaba de mal humor bastante seguido.  Yo sabía que todo esto era debido a mi forma de comer desordenada, pero no podía parar, siempre era el típico “ya mañana (ó el lunes) empiezo con X ó Y dieta”.  Incluso una temporada que estuve leyendo varios libros de Geneen Roth,  me decía a mi misma que no estaría a dieta nunca más, que no había por qué comer como si no fuera a haber un mañana y que sólo comería cuando tuviera hambre y sólo hasta que estuviera saciada… nunca lo lograba y terminaba comiendo hasta que no podía más y aunque no tuviera hambre.   Lidié con muchísimas emociones, y me sentía como una bola de nieve que va cayendo por una pendiente, haciéndose más grande y sin que hubiera manera de frenarla.  Empecé a meditar, a rezar, y a practicar la gratitud.  Hice una especie de reto a mí misma, de que cada vez que me quejara de algo, lo cambiaría por expresar gratitud por algo… y siempre tenemos algo por lo que estar agradecidos, sólo que preferimos enfocarnos en lo que queremos y no tenemos, ó en lo que tenemos y no queremos.  

Y un día me vino el pensamiento: “¿por qué si te sentías tan bien comiendo crudo, dejaste de hacerlo?”  y me vino una oleada de respuestas (ó pretextos, no sé): “pues era difícil socializar, era cansado cargar con mi comida a todos lados, se me caía el pelo, me daba mucho frío, según los chinos y los hindúes no debemos de comer crudo, según Marc Hymann y otros varios no debemos de comer frutas porque son dulces, me encanta la comida tradicional mexicana, etc, etc, etc”… y esa vocecita contestó: “sin embargo te sentías mil veces mejor que ahorita…”   ¡Y era toda la verdad!
Entonces decidí empezar otra vez una dieta crudivegana, en versión baja en grasas, a pesar de que me parecía una aberración en medio del pleno invierno;  algo dentro de mí empujó en esa dirección.  Apenas llevo poco más de una semana, y mi ansiedad por comer se ha ido por completo.  Puedo llevar a cabo perfecto la premisa de “come sólo cuando tengas hambre”  y la de “come hasta que te sientas satisfecho, no totalmente lleno”.  Tengo mucho más energía, me he levantado temprano sin problema a practicar yoga, y hasta mi esposo me dijo que me encuentra de mejor humor. Mis dolores matutinos en las articulaciones de los dedos desaparecieron, mis piernas ya no se sienten pesadas, y ya comencé a bajar de peso. También de gran importancia es mencionar que tuve mi primera menstruación después de casi tres años.  Y lo más importante y que me tiene muy contenta es que puedo meditar mejor y rezar se ha vuelto una experiencia maravillosa.  Además he mejorado mucho en mis intentos por vivir en el presente, en vez de estar continuamente preocupada por el futuro ó lamentándome por el pasado.  Expertos coinciden en que saber vivir en el presente es el elíxir definitivo contra el estrés, que a su vez es el causante de casi todas las enfermedades.
    
¿Y antes por qué no me había percatado de esto? ¡Esto hubiera sido una razón de peso suficiente para seguir comiendo así por todo el tiempo que hubiera sido necesario! Cuando empecé a cambiar mis hábitos alimenticios, sólo cambié eso, y mi meta era estar más delgada, más saludable… y ya.  Pero no hice nada por cambiar mi mente, mi conciencia (obvio no meditaba ni rezaba). Comía según las especificaciones de un libro, sin escuchar mi cuerpo, y comía mucho más de lo que verdaderamente necesitaba.  Cuando comemos más de lo estrictamente necesario, aunque sean alimentos naturales de la mejor calidad, sacamos a nuestro cuerpo de balance, y un cuerpo fuera de balance por períodos prolongados se convierte en un cuerpo enfermo.

¿Por qué cuando comía la comida “normal” que come todo el mundo, por más buena voluntad que tuviera yo no podía comer sólo cuando tenía hambre y dejar de comer a la primera señal de saciedad?  En varios libros de autores destacados como Néstor Palmetti nos explican que la comida cocinada, procesada, refinada, muy condimentada nos provoca una respuesta a nivel  neuronal muy similar a la que nos ocasionan las drogas.  Eso sí, habemos personas más sensibles que otras a estas respuestas, de la misma forma que hay quienes no tienen problema de tomar alcohol en cantidades moderadas ocasionalmente y hay quienes una vez que lo prueban ya no pueden parar y se vuelven alcohólicos.  Les prometo escribir después con más detalle un artículo completo acerca de esto.
Por lo pronto me despido, no sin antes darles las gracias por leerme.  Seguiré compartiendo mi experiencia en este camino a la sanación del ser.  Me encantaría que si tienen tiempo me dejen un comentario sobre lo que les pareció este pequeño artículo.  Si tienen dudas con gusto se las resuelvo.  Los dejo con dos frases célebres:

 “No mojes nunca tu pan ni en la sangre ni en las lágrimas de tus hermanos. Una dieta vegetariana nos proporciona energía pacífica y amorosa y no sólo a nuestro cuerpo sino sobre todo a nuestro espíritu. MIENTRAS LOS HOMBRES SIGAN MASACRANDO Y DEVORANDO A SUS HERMANOS LOS ANIMALES REINARÁ EN LA TIERRA LA GUERRA Y EL SUFRIMIENTO Y SE MATARÁN UNOS A OTROS, PUES AQUEL QUE SIEMBRA EL DOLOR Y LA MUERTE NO PODRÁ COSECHAR NI LA ALEGRÍA, NI LA PAZ NI EL AMOR”
Pitágoras.

“La alimentación de los hombres superiores está basada en frutas y raíces crudas”

Miguel de Cervantes