¡Hola! J Hoy quiero contarles
que hace como año y medio empecé con una dieta basada en frutas, verduras y
algunas semillas. Me sentía muy bien,
muy ligera, mejoraron mis padecimientos
gástricos (yo diría que en un 80%), y bajé de peso como nunca antes en la vida. Estuve comiendo así alrededor de 8
meses. Lo que no me gustaba era que se
me caía el pelo un poco más que de costumbre, y tenía el estómago perennemente
inflamado, por lo que era como una cuerda con nudo: muy flaquita, pero
panzona. Esto me llevó a seguir
estudiando más a fondo sobre el tema de
nutrición, por lo que decidí certificarme como coach de salud en el
Institute for Integrative Nutrition de Nueva York. Por lo tanto, empecé a leer a muchos autores
de teorías dietéticas, todos muy distintos.
Lo más importante que aprendí aquí es el concepto de la alimentación primaria:
es todo lo que nos alimenta a un nivel físico, emocional ó espiritual que no
viene en un plato, como el ejercicio, el dormir bien, la calidad de nuestras
relaciones, si tenemos un trabajo gratificante, nuestra actitud ante la vida,
etc. Durante el curso tuve catarsis de
emociones guardadas y sofocadas por tanto tiempo, por lo que acudí a la comida
como refugio y consuelo. Claro que era
muy consciente del daño que me hacía cada vez que me atascaba de pan, postres,
tortillas… pero era incontrolable. Las
personas con alguna adicción, ya sea a la comida ó a otras cosas podrán
entenderme. Subí alrededor de 14 kg de
peso, algunos problemas gástricos regresaron, sentía las piernas pesadas, y me
dolían algunas articulaciones de los dedos de las manos por las mañanas; además
me sentía cansada todo el tiempo, no lograba despertarme temprano para hacer mi
práctica de yoga, y estaba de mal humor bastante seguido. Yo sabía que todo esto era debido a mi forma
de comer desordenada, pero no podía parar, siempre era el típico “ya mañana (ó
el lunes) empiezo con X ó Y dieta”.
Incluso una temporada que estuve leyendo varios libros de Geneen
Roth, me decía a mi misma que no estaría
a dieta nunca más, que no había por qué comer como si no fuera a haber un
mañana y que sólo comería cuando tuviera hambre y sólo hasta que estuviera saciada…
nunca lo lograba y terminaba comiendo hasta que no podía más y aunque no
tuviera hambre. Lidié con muchísimas
emociones, y me sentía como una bola de nieve que va cayendo por una pendiente,
haciéndose más grande y sin que hubiera manera de frenarla. Empecé a meditar, a rezar, y a practicar la
gratitud. Hice una especie de reto a mí
misma, de que cada vez que me quejara de algo, lo cambiaría por expresar
gratitud por algo… y siempre tenemos algo por lo que estar agradecidos, sólo
que preferimos enfocarnos en lo que queremos y no tenemos, ó en lo que tenemos
y no queremos.
Y un día me vino el pensamiento: “¿por qué si te sentías tan
bien comiendo crudo, dejaste de hacerlo?”
y me vino una oleada de respuestas (ó pretextos, no sé): “pues era
difícil socializar, era cansado cargar con mi comida a todos lados, se me caía
el pelo, me daba mucho frío, según los chinos y los hindúes no debemos de comer
crudo, según Marc Hymann y otros varios no debemos de comer frutas porque son
dulces, me encanta la comida tradicional mexicana, etc, etc, etc”… y esa
vocecita contestó: “sin embargo te sentías mil veces mejor que ahorita…” ¡Y era toda la verdad!
Entonces decidí empezar otra vez una dieta crudivegana, en
versión baja en grasas, a pesar de que me parecía una aberración en medio del
pleno invierno; algo dentro de mí empujó
en esa dirección. Apenas llevo poco más
de una semana, y mi ansiedad por comer se ha ido por completo. Puedo llevar a cabo perfecto la premisa de
“come sólo cuando tengas hambre” y la de
“come hasta que te sientas satisfecho, no totalmente lleno”. Tengo mucho más energía, me he levantado
temprano sin problema a practicar yoga, y hasta mi esposo me dijo que me
encuentra de mejor humor. Mis dolores matutinos en las articulaciones de los
dedos desaparecieron, mis piernas ya no se sienten pesadas, y ya comencé a
bajar de peso. También de gran importancia es mencionar que tuve mi primera
menstruación después de casi tres años. Y lo más importante y que me tiene muy
contenta es que puedo meditar mejor y rezar se ha vuelto una experiencia
maravillosa. Además he mejorado mucho en
mis intentos por vivir en el presente, en vez de estar continuamente preocupada
por el futuro ó lamentándome por el pasado.
Expertos coinciden en que saber vivir en el presente es el elíxir
definitivo contra el estrés, que a su vez es el causante de casi todas las
enfermedades.
¿Y antes por qué no me había percatado de esto? ¡Esto
hubiera sido una razón de peso suficiente para seguir comiendo así por todo el
tiempo que hubiera sido necesario! Cuando empecé a cambiar mis hábitos
alimenticios, sólo cambié eso, y mi meta era estar más delgada, más saludable…
y ya. Pero no hice nada por cambiar mi
mente, mi conciencia (obvio no meditaba ni rezaba). Comía según las
especificaciones de un libro, sin escuchar mi cuerpo, y comía mucho más de lo
que verdaderamente necesitaba. Cuando
comemos más de lo estrictamente necesario, aunque sean alimentos naturales de
la mejor calidad, sacamos a nuestro cuerpo de balance, y un cuerpo fuera de
balance por períodos prolongados se convierte en un cuerpo enfermo.
¿Por qué cuando comía la comida “normal” que come todo el
mundo, por más buena voluntad que tuviera yo no podía comer sólo cuando tenía
hambre y dejar de comer a la primera señal de saciedad? En varios libros de autores destacados como
Néstor Palmetti nos explican que la comida cocinada, procesada, refinada, muy
condimentada nos provoca una respuesta a nivel
neuronal muy similar a la que nos ocasionan las drogas. Eso sí, habemos personas más sensibles que
otras a estas respuestas, de la misma forma que hay quienes no tienen problema
de tomar alcohol en cantidades moderadas ocasionalmente y hay quienes una vez
que lo prueban ya no pueden parar y se vuelven alcohólicos. Les prometo escribir después con más detalle un
artículo completo acerca de esto.
Por lo pronto me despido, no sin antes darles las gracias
por leerme. Seguiré compartiendo mi
experiencia en este camino a la sanación del ser. Me encantaría que si tienen tiempo me dejen
un comentario sobre lo que les pareció este pequeño artículo. Si tienen dudas con gusto se las
resuelvo. Los dejo con dos frases
célebres:
“No mojes
nunca tu pan ni en la sangre ni en las lágrimas de tus hermanos. Una dieta
vegetariana nos proporciona energía pacífica y amorosa y no sólo a nuestro
cuerpo sino sobre todo a nuestro espíritu. MIENTRAS LOS HOMBRES SIGAN
MASACRANDO Y DEVORANDO A SUS HERMANOS LOS ANIMALES REINARÁ EN LA TIERRA LA
GUERRA Y EL SUFRIMIENTO Y SE MATARÁN UNOS A OTROS, PUES AQUEL QUE SIEMBRA EL
DOLOR Y LA MUERTE NO PODRÁ COSECHAR NI LA ALEGRÍA, NI LA PAZ NI EL AMOR”
Pitágoras.
“La alimentación de los hombres superiores
está basada en frutas y raíces crudas”
Miguel de Cervantes
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