domingo, 18 de octubre de 2015

Conectando con nuestro alimento

Comer es uno de los mayores placeres de la vida.  El motivo principal de comer es la supervivencia.  Pero… ¿en verdad comemos sólo cuando tenemos hambre?, ¿de verdad disfrutamos de nuestra comida, la saboreamos, la amamos?   La respuesta parece simple.  Sin embargo, creo que en nuestra época, más que nunca, el ser humano come de manera muy inconsciente, y no disfruta de verdad la comida.  Ni qué decir sobre las cantidades: comemos el doble, el triple, ó mucho más de lo que realmente necesitamos para subsistir.

Una de mis películas favoritas es Ratatouille.  Y una escena en particular se me quedó muy grabada: cuando el crítico y experto gourmet Anton Ego se presenta con Linguini y éste le dice que es muy delgado en comparación con lo que le gusta la comida,  Ego contesta: “no me gusta la comida, la Adoro… y no me la trago, sino La adoro”.  Tal vez no nos guste reconocerlo, pero son muy pocos los que tienen esta actitud hacia la comida, de lo contrario el sobrepeso, la celulitis y las enfermedades derivadas del comer en exceso y mal serían un caso raro.  En mi humilde opinión, en vez de buscar la dieta perfecta, ó la píldora que solucione nuestros problemas de sobrepeso, ó  querer ejercitarnos 2, 3, 4 horas diarias los 365 días del año por el resto de nuestras vidas para no engordar, deberíamos cambiar nuestra actitud y conectar con nuestra comida.

Creemos que disfrutamos de la comida, pero no es así:
1-       Todos llevamos prisa casi siempre.  Cuando comemos con prisa apenas masticamos la comida, y no nos damos cuenta ni a lo que sabe.  ¿Cuántos podrían decir que con probar un bocado pueden detectar exactamente qué ingredientes tiene cualquier cosa que estén comiendo? (suponiendo que no sea una comida simple de uno, dos ó tres ingredientes).  Ni qué decir si vamos comiendo en el coche ó en cualquier medio de transporte, comemos parados ó incluso mientras vamos caminando. ¿En verdad estamos atentos a lo que estamos comiendo?
2-      No nos gusta comer solos, y si lo hacemos, entonces necesitamos tener enfrente la televisión, un libro, el teléfono, la computadora, el periódico, la caja del cereal… cualquier cosa con la que distraernos y no prestar atención de verdad a la comida. Cuando estamos acompañados estamos inmersos en la plática, y no prestamos tanta atención a lo que estamos comiendo.
3-      Pocas veces cocinamos y comemos alimentos de verdad  (el echar el cereal a la leche no es cocinar, ni prepararse un sándwich, ni meter al micro la comida congelada), por lo tanto, en la mayoría de nuestras comidas ni siquiera sabemos los ingredientes exactos de lo que estamos comiendo. Y si leen con detenimiento los ingredientes de ese pan integral “sanísimo” con el que se hacen el sándwich y los de la pechuga de pavo maravillosamente “sana” con que lo rellenan, se podrá dar uno cuenta de que estamos ingiriendo cualquier cantidad de químicos e ingredientes desconocidos.
4-      Damos por hecho que siempre tendremos comida de manera fácil y rápida, y muy poca gente agradece antes de comer y se detiene un poco a pensar en todo el proceso por el que pasaron los insumos para llegar a nuestra mesa (desde la siembra, el cuidado de la cosecha, los transportistas que trabajaron para llevar el insumo cerca de nosotros, etc).
5-      Tenemos el paladar adormecido por el consumo en exceso de sal y azúcar refinada que contienen todos los alimentos industrializados, por lo que si al comer no sentimos un golpe fuerte de dulce ó de salado, la comida no nos sabe… perdimos la capacidad de percibir el sabor característico y natural de cada alimento.  Muy poca atención ponemos a la textura del mismo.

Si comemos con la misma atención y actitud con que los expertos catan el vino, ó el café, ponemos en marcha los procesos naturales del cuerpo de saber exactamente qué alimento y en qué cantidad necesitamos.  Observen a un niño pequeño comer (sin estarlo apurando).  Come con verdadero placer, mantiene el alimento muchísimo tiempo en la boca, y puede tardar media hora en terminar una galleta.  Yo creo que ¡Esa es la manera de comer en que la naturaleza programó al hombre! 

Todos aquellos que comemos compulsivamente sabemos que una de las características principales de los atracones es comer demasiado de prisa, sin importar la calidad del alimento, y mientras menos tengamos que detenernos a prepararlo, mejor.  Si comemos despacio, masticando cada bocado hasta que éste sea completamente líquido en nuestra boca, nos detenemos a analizar el sabor, la textura, el movimiento de la lengua acariciando el alimento, es prácticamente imposible comer de más. Alguna vez conocí a un entrenador de judo japonés, que me contó que los luchadores de sumo deben comer siempre con algo enfrente para distraerse, para que no pongan atención a la comida mientras comen, y así puedan comer mucho más…¡Eso es lo que hacemos todos todo el tiempo!

Yo creo que el éxito que ha tenido el estilo de vida de la macrobiótica para curar tantas enfermedades y bajar de peso a tanta gente se debe a que una de las principales normas es que cada bocado se debe de masticar alrededor de 50 veces… ó 100 si se quieren los resultados espectaculares más rápido (eso lo dice George Oshawa en su libro “El zen macrobiótico”).


Somos parte del reino animal.  Es sorprendente cómo todos los animales en estado salvaje saben perfectamente qué y cuánto comer de manera instintiva, y no creo que el hombre sea la excepción.  Lo que pasa es que vivimos desconectados de nuestra esencia, de nuestro cuerpo, de nuestros instintos.  Cuando dejemos de escuchar a nuestra mente (en relación con la comida) y aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo, a prestar total atención cuando estamos comiendo, y disfrutar al máximo cada bocado, entonces seremos capaces de saber instintivamente qué y cuánto hemos de comer.


Si tienes algún comentario respecto al artículo, me encantaría leerlo.  Escríbelo en la parte de abajo.  ¡Gracias!

domingo, 4 de octubre de 2015

¿Por qué enfermamos?

Hasta hace algunos años se tenía la idea de que enfermábamos por la mala suerte de ponernos en el camino de lo siguiente:
a)      Algún virus ó bacteria
b)      Algún gen maligno que nos heredaron
c)       Por abusar del alcohol ó las drogas
d)      Algún accidente
e)      Simplemente mala suerte
Diferentes estudios recientes han demostrado que esto no es del todo cierto (sin ser éste el caso de los accidentes, aunque yo tengo la hipótesis de que éstos tampoco son sólo mala suerte y que los atraemos debido a algún estado negativo de la mente… pero bueno, de esto todavía no hay pruebas científicas).
En cuanto a los virus ó bacterias: definitivamente son uno de los factores que nos provocan enfermedades, pero no son el único ni el más importante, y me ha dado por imaginarme que si los virus ó bacterias fueran tan determinantes en nuestro estado de salud, el ser humano se hubiera extinguido hace muchísimo tiempo.  Todo el tiempo estamos conviviendo con microorganismos, no podemos vivir en una burbuja en donde éstos no existan, por más desinfectantes, que utilicemos.  Además, estudios recientes han mostrado que el  cuerpo humano posee un mayor número de microorganismos que de células, y que estos microorganismos juegan un papel vital para mantenernos sanos y combatir enfermedades. Cuando nosotros enfermamos debido a un virus ó bacteria, éstos no son más que la gota que derrama el vaso.  (Es por eso que si un grupo de personas se exponen al mismo medio ambiente con la misma cantidad de virus ó bacterias, algunos enferman y otros no.)  Pero entonces, hablando metafóricamente… ¿qué es lo que hace que el vaso (nuestro cuerpo) esté tan lleno que sólo una gota de agua (el virus ó bacteria que entra a nuestro cuerpo) lo derrame?   Es la situación en la que se encuentra nuestro organismo.  Cuando nuestro organismo está desequilibrado (se encuentra acidificado, con la flora intestinal dañada, mal nutrido y con el sistema inmunológico deteriodado), es un caldo de cultivo excelente para todo tipo de microbios dañinos.  Si un virus entra y todos nuestros sistemas están en equilibrio (ligeramente alcalino, la flora intestinal intacta, bien nutrido y el sistema inmunológico fortalecido), éste no encuentra su ecosistema ideal para sobrevivir y muere. 
En cuanto a los genes, todos tenemos una predisposición genética a ciertas enfermedades, pero hay situaciones que pueden activar ó desactivar los genes, y ¿adivinen qué? Que exactamente como expliqué con los virus ó bacterias, las condiciones en las que se encuentran nuestros sistemas pueden activar o desactivar el gen que nos predispone a cierta enfermedad. 
El abuso de alcohol y de drogas tiene una predisposición genética importante, pero también tiene que ver con un desequilibrio, tanto a nivel físico como a nivel emocional.
Por lo tanto, lo que es realmente importante a la hora de mantener nuestra salud es mantener el equilibrio interno de nuestro organismo.  Para ello es súper importante el llevar una alimentación adecuada, hacer ejercicio, aprender a manejar el estrés, dormir lo suficiente, y algo muy importante: mantener una actitud positiva hacia la vida.  Cuando estamos estresados, enojados, quejándonos y lamentándonos, criticando a los demás ó a uno mismo, cuando tenemos rencores y envidias se crea un estado interno de acidosis y toxicidad (aun llevando la mejor de las dietas), lo que nos lleva a que, después de muchos años bajo estas circunstancias, el cuerpo sea también un caldo de cultivo ideal para todo tipo de enfermedades.  Los invito a investigar sobre  “Los mensajes del agua” del dr. Masaru Emoto, en donde explica la fuerza que tienen nuestros pensamientos y nuestras intenciones en todo nuestro Ser.
Somos cuerpo, mente y espíritu, y tenemos que aprender a equilibrar estos tres aspectos. 

Me despido con una cita que alguna vez leí (desgraciadamente fue hace mucho y ya no recuerdo en dónde me la topé): “el ser humano cuando tiene salud la descuida  por ir en busca de riquezas… riquezas que al final de la vida tiene que gastar en el intento de recuperar la salud perdida”.

jueves, 1 de octubre de 2015

¿Por qué vegetariana?

Quiero compartirles un poquito de mi historia, empezando con el por qué decidí ser vegetariana. Todo inició un buen día que me fui de pinta con unos amigos de la ESEF (Escuela Superior de educación física) a comer tacos de carnitas.  A pesar de que desde niña me sentía más inclinada a preferir platillos sin carne (por ejemplo: siempre prefería unos sopes a unos tacos, ó un plato de espagueti a una carne asada), como en mi familia comían de todo y mucha carne, pues crecí comiendo carne.  El día de la pinta con los amigos era de lo más normal, y pues iba con toda la disposición de comer tacos, pero cuando llegamos al local me encontré con que ahí mismo estaba el cerdo muerto y estaban quitándole la piel.  La escena me impactó demasiado, no quise pedir tacos y me crucé la calle para comprarme mejor un yogurt y una barrita en la tienda (ahora sé que tampoco son opciones muy saludables, pero, bueno… en ese entonces yo no tenía idea de muchas cosas que ahora sé).
Esa impresión fue el detonante de que haya empezado a crear conciencia de lo que comía.  Todos somos distintos (mis amigos igual vieron al cerdo muerto y ni se inmutaron y se comieron alegremente los tacos), pero al menos a mí empezó a desagradarme la idea de comerme un animal muerto.  De ahí restringí bastante mi consumo de carne, si bien no lo dejé por completo debido a que me daba miedo que me fuera a faltar algún nutriente. 
Fue hasta el 2004, cuando regresando de Juegos Olímpicos de Atenas, y ya con la idea de retirarme del nado sincronizado, que decidí dejar de comer carne por completo.  Además también empecé a practicar yoga de forma regular, y con lo poco que empecé a estudiar sobre filosofía del yoga me convencí de que haría ese cambio.  El motivo principal era uno de los principios éticos que maneja la filosofía yogui que es “ahimsa”, que se traduce como “no violencia”.  Y el matar a un ser sintiente por la razón que sea se considera violento (después escribiré un artículo más detallado sobre este principio). 
Pero sólo dejé de comer carne y no me preocupé por comer realmente sano, por lo que empecé a tener algunas enfermedades que no relacioné con mi manera de comer y mi manera de pensar (en nuestra cultura nunca lo hacemos, pensamos que nos enfermamos por mala suerte).  Por azares del destino encontré información sobre la alimentación crudivegana, y comí de esa manera religiosamente por aproximadamente 7-8 meses.  Mis enfermedades desaparecieron y bajé de peso muchísimo (yo me sentía excelente, pero en nuestra cultura no está muy bien visto estar tan delgada), mi práctica de yoga mejoró demasiado y me sentía en mejor forma que cuando competí en Juegos Olímpicos. Fue cuando sentí en carne propia la importancia de la alimentación en la salud. 
Pero casi enloquecí, sólo pensaba en comer de manera correcta, y mi vida giraba en torno a la comida.  No presté atención a cuestiones emocionales que estaba yo tapando con mi actitud de obsesión por comer bien (especialistas llaman a esto ortorexia). Después entré en una etapa donde, por varias cuestiones emocionales, me vine abajo, y fue un detonador para que buscara refugio en la comida. Decidí soltar mis reglas tan rígidas y enfocarme en mis problemas emocionales.  Volví a los mismos malos hábitos que antes (el pan es mi vicio) y a comer compulsivamente.  Con esto volvieron los problemas gastrointestinales que habían desaparecido y aparecieron muchos kilos de más (15 para ser exacta, en 6 meses), de sentirme ligera y con energía, ahora me siento muy pesada y con sueño todo el tiempo (aun durmiendo 9 horas).  Mi práctica de ashtanga yoga retrocedió varios años (posturas que ya podía hacer fácilmente ahora ya las veo como un sueño lejano)… en fin, incluso aparecieron problemas que no tenía antes, como dolor en las articulaciones de los dedos de las manos, y en los codos.   Todo esto me lleva a la conclusión inequívoca de que somos lo que comemos, y que nuestras enfermedades son un reflejo de nuestros malos hábitos. En mi caso (lo reitero, no a todos nos funciona lo mismo) lo que me mantiene sana y alejada de las enfermedades es una alimentación basada en plantas, con poco ó nada de alimentos de origen animal, nada procesado ó refinado. Básicamente frutas, verduras y semillas. 
Pero así como no soluciona nuestros problemas de raíz el sólo enfocarnos en sanar nuestra mente y nuestra alma sin cuidar de nuestra comida, lo mismo es a la inversa: no podremos llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos únicamente prestando atención a lo que comemos sin atender a nuestra alma y nuestra mente.
Poco a poco este espacio lo voy a dedicar a compartir información que a mí me ayudó mucho en este camino de sanación, esperando de todo corazón que a ustedes también les ayude.