Como he comentado en posts anteriores, tengo un historial bastante largo de desórdenes alimenticios. Antes pensaba que mi actitud para con la comida era debido a que yo tenía problemas de fuerza de voluntad, que no era lo suficientemente disciplinada, y que no era yo como un ser humano normal.
Leí cantidad de libros sobre nutrición. En los 90s lo que importaba realmente era la cantidad de calorías que entran a tu cuerpo. Muy matemático el asunto: si comes 1000 kcal y consumes 2000, esas 1000 kcal tu cuerpo las toma de tu grasa corporal y así vas adelgazando. También leí sobre la combinación de los alimentos y del índice glicémico. Hice dietas muy bajas en calorías, dietas en las que en la mañana comía carbohidratos sin grasas y en la tarde y noche grasas sin carbohidratos. Bajaba y subía de peso, de tal forma que tenía ropa de 2 ó hasta tres tallas distintas: tenía mi guardarropa de flaca, y el de gorda. Me hice adicta a la coca light y al café endulzado con Splenda (gustos dulces y sin calorías.... súper buen elección ¿no?), y bueno.... seguí estudiando y aprendí que la comida natural es la mejor, fuí crudivegana tipo 80/10/10 por aproximadamente 8 meses (aquí me puse más delgada de lo que hubiera podido soñar) y me certifiqué como health coach en el Institute for Integrative Nutrition de N. York, en donde estudié a muchísimos expertos en dietas, y terminé más confundida que al principio con tantas corrientes tan contradictorias. Pero aprendí algo clave: mi problema con la comida tiene como raíz algo interno.
Con respecto a la alimentación me sentía como un ratoncito que corre en su rueda: esforzándome al máximo, pero sin llegar nunca a ningún lado: seguía con mis antojos de comida chatarra. Los panes y los postres en general son mi perdición. Y cada vez sintiéndome más culpable porque no conseguía llevar a cabo la alimentación perfecta. Atracones-dieta-atracones-semidieta-pensar que ya da igual-depresión-atracón-ayuno-etc....
En mi intento por solucionar todo este problema, aprendí que la comida me funciona como un escape, que si vuelco toda mi atención al tema de la alimentación, ya no tengo que mirar a mi interior. Que si me preocupo más de la mitad del día a pensar en comida ya no pienso en nada más. Estoy tapando un vacío con comida. Pero ese vacío no es de esos que se tapan con comida, por lo tanto, puedo seguir en este ciclo sin fin por siempre (subiendo-bajando de peso, Dietas-atracones), ó salirme de ahí, y mirar hacia adentro. Todo esto me ha dejado una de las lecciones más importantes en mi vida: yo, en algún momento del camino, me perdí a mí misma. Y voy por la vida haciendo lo que se supone que debo hacer, intentando encajar en algún lado, un poco como autómata, evadiendo el dolor, la tristeza, la ira y todas esas emociones que no nos gustan. Forzándome a estar bien, a seguir adelante sin hacer pausas.
Gracias a mi afán de solucionar mi relación con la comida empecé a leer libros y artículos de autores excepcionales, como Wayne Dyer, Anita Moorjani, Byron Katie, etc. También fui a un par de sesiones de Constelaciones Familiares. Todo ello me ha hecho despertar poco a poco, y darme cuenta que ese vacío sólo lo podré llenar cuando logre conectarme con lo Divino, con mi Ser superior, con la Fuente de toda la creación, que está en todos y cada uno de nosotros. Para mí no ha sido fácil, pero ahora sé que sólo tengo que dejarme llevar, fluir con la corriente de la Vida, disfrutar del momento presente y agradecer todo el tiempo por las muchas bendiciones que poseo. No tengo que ser perfecta, ni mejor que los demás (llevo toda mi vida buscando estas dos cosas, y sintiéndome cada vez más vacía); tengo que aceptarme con mis fortalezas y debilidades, aceptar a los demás de igual manera, ver a Dios en todo y en todos. Aceptar la vida tal y como es, porque ella es así porque una Inteligencia mucho mayor que la mente humana así lo decidió. Sólo entonces podré considerarme libre, y mi manera de comer será como la de los animales en estado salvaje: totalmente intuitiva, y no tendré que dedicarle a la comida más atención que la que requiere. No me imagino a uno de los grandes genios como Beethoven ó Einstein preocupados constantemente de si comían bien ó mal. Ellos eran uno con Dios, y eso es lo que realmente importa.
Agradezco a la comida, mi Maestra, por ayudarme a este despertar tan profundo, por indicarme el camino.
lunes, 18 de julio de 2016
lunes, 27 de junio de 2016
La importancia de masticar
En esta
apresurada vida muchas veces hacemos de lado cosas que tienen gran importancia
por lo simples que son, sin darnos cuenta del gran impacto que éstas tienen en
nuestra vida. Una de ellas es el arte de
masticar.
Si bien es
cierto que somos lo que comemos, también lo es que somos lo que
asimilamos. Si comemos sanamente tenemos
resuelta una parte de la ecuación, pero la otra parte, igualmente importante,
es cuánto asimilamos de ese alimento.
La digestión
es el proceso mediante el cual los alimentos se transforman en sustancias más
sencillas que sean asimilables para nuestro organismo.
A nivel
fisiológico: la correcta masticación es importante porque al mezclarse el
alimento con la saliva empieza el trabajo digestivo: la saliva contiene algunas
enzimas, principalmente la amilasa, que ayuda a desdoblar los almidones en
moléculas más sencillas. De la misma
manera, pensemos que el estómago no tiene dientes, y que tragar pedazos grandes
de comida puede provocar que éstos no alcancen a digerirse del todo, y pueden
quedar atascados en nuestros intestinos; y, por ejemplo, ¿qué pasa si dejas la
comida a la interperie en un ambiente cálido y húmedo? Seguramente empieza a
oler mal, a descomponerse, a podrirse… ¡pues exactamente eso es lo que pasa en
los intestinos cuando la comida no puede digerirse correctamente! Y esa
descomposición es la causa de muchos malestares como los gases, la distención y
la pesadez, síntomas que desgraciadamente
tomamos como algo normal. Por lo tanto, la correcta masticación en un requisito
indispensable (aunque no el único) para una correcta digestión.
A nivel
energético: todos los alimentos contienen prana (energía vital, chi para los
chinos), y así como al respirar absorbemos prana del aire, cuando comemos
absorbemos prana por la boca: mientras más tiempo retenemos el alimento en la
boca, más prana absorbemos. Yogui
Ramacharaka, en su libro “Hata Yoga” nos dice que lo más importante para los
yoguis a la hora de comer es el masticar los alimentos despacio, con
conciencia. Que se debe masticar el
alimento hasta que sea totalmente líquido en la boca y vaya desapareciendo poco
a poco. Que mientras el alimento tenga
sabor, tiene prana que podemos absorber, y esto sólo sucede en la boca.
Así que te
propongo el siguiente ejercicio (de preferencia realízalo en un momento en que
te encuentres sólo, y en calma): Toma una porción pequeña de algún alimento que
te guste, y mastícalo aproximadamente 100 veces (claro, pueden ser más ó menos,
dependiendo del alimento: menos si es alguna fruta, ó más si es algún alimento
con almidón ó carne). Observa mientras
lo masticas cómo cambia su consistencia, siente y disfruta al máximo su
sabor, observa si ya se deshizo por
completo ó aún quedan trozos un poco enteros (piensa que debe quedar totalmente
líquido). Nota que poco a poco va
desapareciendo de tu boca sin que tengas que tragarlo conscientemente.
Si logras
comer así todo el tiempo, no vas a tener que preocuparte por comer en exceso,
empezarás a intuir qué alimentos y en qué cantidades necesitas, y tu cuerpo se
mantendrá en su peso natural. Incluso
puedes darte un gusto de vez en cuando con algún postre: Verás que si lo comes
así no puedes comerte más que una porción muy pequeña. ¡Disfruta comiendo!
Namasté
domingo, 17 de enero de 2016
Mi experiencia con la dieta crudivegana
¡Hola! J Hoy quiero contarles
que hace como año y medio empecé con una dieta basada en frutas, verduras y
algunas semillas. Me sentía muy bien,
muy ligera, mejoraron mis padecimientos
gástricos (yo diría que en un 80%), y bajé de peso como nunca antes en la vida. Estuve comiendo así alrededor de 8
meses. Lo que no me gustaba era que se
me caía el pelo un poco más que de costumbre, y tenía el estómago perennemente
inflamado, por lo que era como una cuerda con nudo: muy flaquita, pero
panzona. Esto me llevó a seguir
estudiando más a fondo sobre el tema de
nutrición, por lo que decidí certificarme como coach de salud en el
Institute for Integrative Nutrition de Nueva York. Por lo tanto, empecé a leer a muchos autores
de teorías dietéticas, todos muy distintos.
Lo más importante que aprendí aquí es el concepto de la alimentación primaria:
es todo lo que nos alimenta a un nivel físico, emocional ó espiritual que no
viene en un plato, como el ejercicio, el dormir bien, la calidad de nuestras
relaciones, si tenemos un trabajo gratificante, nuestra actitud ante la vida,
etc. Durante el curso tuve catarsis de
emociones guardadas y sofocadas por tanto tiempo, por lo que acudí a la comida
como refugio y consuelo. Claro que era
muy consciente del daño que me hacía cada vez que me atascaba de pan, postres,
tortillas… pero era incontrolable. Las
personas con alguna adicción, ya sea a la comida ó a otras cosas podrán
entenderme. Subí alrededor de 14 kg de
peso, algunos problemas gástricos regresaron, sentía las piernas pesadas, y me
dolían algunas articulaciones de los dedos de las manos por las mañanas; además
me sentía cansada todo el tiempo, no lograba despertarme temprano para hacer mi
práctica de yoga, y estaba de mal humor bastante seguido. Yo sabía que todo esto era debido a mi forma
de comer desordenada, pero no podía parar, siempre era el típico “ya mañana (ó
el lunes) empiezo con X ó Y dieta”.
Incluso una temporada que estuve leyendo varios libros de Geneen
Roth, me decía a mi misma que no estaría
a dieta nunca más, que no había por qué comer como si no fuera a haber un
mañana y que sólo comería cuando tuviera hambre y sólo hasta que estuviera saciada…
nunca lo lograba y terminaba comiendo hasta que no podía más y aunque no
tuviera hambre. Lidié con muchísimas
emociones, y me sentía como una bola de nieve que va cayendo por una pendiente,
haciéndose más grande y sin que hubiera manera de frenarla. Empecé a meditar, a rezar, y a practicar la
gratitud. Hice una especie de reto a mí
misma, de que cada vez que me quejara de algo, lo cambiaría por expresar
gratitud por algo… y siempre tenemos algo por lo que estar agradecidos, sólo
que preferimos enfocarnos en lo que queremos y no tenemos, ó en lo que tenemos
y no queremos.
Y un día me vino el pensamiento: “¿por qué si te sentías tan
bien comiendo crudo, dejaste de hacerlo?”
y me vino una oleada de respuestas (ó pretextos, no sé): “pues era
difícil socializar, era cansado cargar con mi comida a todos lados, se me caía
el pelo, me daba mucho frío, según los chinos y los hindúes no debemos de comer
crudo, según Marc Hymann y otros varios no debemos de comer frutas porque son
dulces, me encanta la comida tradicional mexicana, etc, etc, etc”… y esa
vocecita contestó: “sin embargo te sentías mil veces mejor que ahorita…” ¡Y era toda la verdad!
Entonces decidí empezar otra vez una dieta crudivegana, en
versión baja en grasas, a pesar de que me parecía una aberración en medio del
pleno invierno; algo dentro de mí empujó
en esa dirección. Apenas llevo poco más
de una semana, y mi ansiedad por comer se ha ido por completo. Puedo llevar a cabo perfecto la premisa de
“come sólo cuando tengas hambre” y la de
“come hasta que te sientas satisfecho, no totalmente lleno”. Tengo mucho más energía, me he levantado
temprano sin problema a practicar yoga, y hasta mi esposo me dijo que me
encuentra de mejor humor. Mis dolores matutinos en las articulaciones de los
dedos desaparecieron, mis piernas ya no se sienten pesadas, y ya comencé a
bajar de peso. También de gran importancia es mencionar que tuve mi primera
menstruación después de casi tres años. Y lo más importante y que me tiene muy
contenta es que puedo meditar mejor y rezar se ha vuelto una experiencia
maravillosa. Además he mejorado mucho en
mis intentos por vivir en el presente, en vez de estar continuamente preocupada
por el futuro ó lamentándome por el pasado.
Expertos coinciden en que saber vivir en el presente es el elíxir
definitivo contra el estrés, que a su vez es el causante de casi todas las
enfermedades.
¿Y antes por qué no me había percatado de esto? ¡Esto
hubiera sido una razón de peso suficiente para seguir comiendo así por todo el
tiempo que hubiera sido necesario! Cuando empecé a cambiar mis hábitos
alimenticios, sólo cambié eso, y mi meta era estar más delgada, más saludable…
y ya. Pero no hice nada por cambiar mi
mente, mi conciencia (obvio no meditaba ni rezaba). Comía según las
especificaciones de un libro, sin escuchar mi cuerpo, y comía mucho más de lo
que verdaderamente necesitaba. Cuando
comemos más de lo estrictamente necesario, aunque sean alimentos naturales de
la mejor calidad, sacamos a nuestro cuerpo de balance, y un cuerpo fuera de
balance por períodos prolongados se convierte en un cuerpo enfermo.
¿Por qué cuando comía la comida “normal” que come todo el
mundo, por más buena voluntad que tuviera yo no podía comer sólo cuando tenía
hambre y dejar de comer a la primera señal de saciedad? En varios libros de autores destacados como
Néstor Palmetti nos explican que la comida cocinada, procesada, refinada, muy
condimentada nos provoca una respuesta a nivel
neuronal muy similar a la que nos ocasionan las drogas. Eso sí, habemos personas más sensibles que
otras a estas respuestas, de la misma forma que hay quienes no tienen problema
de tomar alcohol en cantidades moderadas ocasionalmente y hay quienes una vez
que lo prueban ya no pueden parar y se vuelven alcohólicos. Les prometo escribir después con más detalle un
artículo completo acerca de esto.
Por lo pronto me despido, no sin antes darles las gracias
por leerme. Seguiré compartiendo mi
experiencia en este camino a la sanación del ser. Me encantaría que si tienen tiempo me dejen
un comentario sobre lo que les pareció este pequeño artículo. Si tienen dudas con gusto se las
resuelvo. Los dejo con dos frases
célebres:
“No mojes
nunca tu pan ni en la sangre ni en las lágrimas de tus hermanos. Una dieta
vegetariana nos proporciona energía pacífica y amorosa y no sólo a nuestro
cuerpo sino sobre todo a nuestro espíritu. MIENTRAS LOS HOMBRES SIGAN
MASACRANDO Y DEVORANDO A SUS HERMANOS LOS ANIMALES REINARÁ EN LA TIERRA LA
GUERRA Y EL SUFRIMIENTO Y SE MATARÁN UNOS A OTROS, PUES AQUEL QUE SIEMBRA EL
DOLOR Y LA MUERTE NO PODRÁ COSECHAR NI LA ALEGRÍA, NI LA PAZ NI EL AMOR”
Pitágoras.
“La alimentación de los hombres superiores
está basada en frutas y raíces crudas”
Miguel de Cervantes
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