Desde que recuerdo, toda mi vida he estado pensando en
actuar de manera correcta, y con miedo a actuar de manera incorrecta. Pero ahora, cuando me pongo a pensar: ¿por
qué lo considerado correcto es correcto y lo incorrecto, incorrecto? Se genera
caos en mi mente. Buscando las respuestas en el exterior, me encuentro con
muchas, todas ellas contradictorias, lo que genera aun más caos y confusión. Y de pronto, buscando en mi interior, una respuesta llega a mí desde un lugar
desconocido: correcto es aquello que te ayuda a ser más feliz, a sentirte pleno
y dichoso, no con una alegría pasajera y, por lo tanto, falsa; sino con una
felicidad y una paz que llena todo tu ser.
Correcto es todo aquello que hago para contagiar mi felicidad a los
demás, todo aquello que los ayuda a que lleguen a sentir aquella dicha y
plenitud de estar vivos, a encontrarse con la Divinidad. Correcto es todo
aquello que hago por proteger a toda la creación; es el grano de arena que
aporto para cuidar del medio ambiente en el que vivo.
Esta respuesta de lo que es correcto e incorrecto de ahora
en adelante va a ser mi guía para decidir qué hago. En lo concerniente a la alimentación (que es
uno de los aspectos que en mi vida ha tenido mayores repercusiones en mi estado
emocional) ahora me queda claro que la alimentación correcta es aquella que me
permite tener más vitalidad. Que me
permite ir ligera y con energía por la vida. Que no me anestesia hasta el punto
en que no puedo ser consciente ni de mis propios pensamientos ni de mis
emociones. Es aquella que tiene el menor
impacto en el medio ambiente.
Lo anterior lo he logrado con la alimentación a base de
frutas y verduras crudas. Casi toda mi
vida me he alimentado con alimentos cocinados, con la comida tradicional
mexicana. Es muy rica. Pero me he
percatado de que, a menos que comas raciones exageradamente pequeñas, cosa que
admito que casi nunca soy capaz de
lograr, invariablemente me deja con una
sensación de pesadez. Después descubrí que esta sensación es la que buscaba
inconscientemente cuando tenía lo que yo confundía con “hambre”, pues me dejaba
lo suficientemente anestesiada como para no ser consciente de mis pensamientos
o mis emociones. Nunca me di cuenta de
ello hasta que cambié a una alimentación crudivegana. Ya he intentado este tipo de alimentación
varias veces en el pasado, e invariablemente caí otra vez en los viejos
hábitos. Yo lo achacaba a posibles
deficiencias, a que al estarme reprimiendo generaba un estado de ansiedad
tremendo, a que según ayurveda los alimentos crudos desestabilizan el vata
dosha, lo que hacía que mi mente estuviera a mil por hora (pues me parecía que
cuando me alimentaba así mi mente empezaba a pensar y pensar sin parar). Pero
sin embargo era consciente de que mi cuerpo mejoraba considerablemente aun con
unos pocos días de llevar esta alimentación, que la gran mayoría de la gente
tacha de extrema. Esto era una gran
paradoja: por un lado mi cuerpo se curaba de muchas dolencias, pero por otro mi
mente parecía desestabilizarse.
Hoy escribo esto porque
llevo unos 5 días de alimentación 100% cruda, y, volví a experimentar todo lo
que describo anteriormente: Varios dolores han ido desapareciendo, tengo
muchísima más energía, la grasa del abdomen comenzó a disminuir, mi piel
empieza a mejorar… Y de nuevo descubrí que utilizo la comida para escapar de
mis pensamientos y mis sentimientos; y no es que cuando como de forma
tradicional mi mente cesa o está más tranquila, o que “las penas con pan son
buenas” y que soy más feliz comiendo así: no es cierto que la comida sea la
principal y única causa de felicidad en el mundo, sino que para la sociedad es
forma temporal de escapar del sufrimiento de la vida. Por lo tanto en estos días decidí hacer frente a todo ello. Decidí tener el valor de sentir mi tristeza, mi
frustración, mi enojo, de llorar hasta que se me terminaran las lágrimas (lo
que no hacía desde hace mucho tiempo, pues siempre me aguantaba… y mejor comía
un buen postre); tener la valentía para observar mis pensamientos sin
juzgarlos, dejando que se presentaran así, en su cruda realidad. Y vi cómo al poco rato todo desapareció,
dejando lugar a una calma y una paz que tampoco había conocido. Dejando paso a la certeza de que aquella Inteligencia
que creó todas las cosas, Aquello que no sé cómo nombrar, Eso que creó el mar,
los árboles, las flores, los planetas, las galaxias, las estrellas… esa Inteligencia
también me creó a mí, esa Inteligencia
me dio consciencia con el único fin de percatarme de Ella, esa
Inteligencia vive en mí y en cada uno de todos los seres de Su creación, está
en todo y en todos, y es la que mueve a todo y a todos. No hay nada que no contenga a Eso o que esté
fuera de Eso (algo así ya lo había leído en el Kybalión, pero no es lo mismo
leerlo que sentirlo).
Por lo anterior, ahora sé que, en lo que respecta a la
alimentación, hoy elijo comer para cuidar
mi salud y la del planeta, elijo no anestesiarme, elijo sentir, elijo
estar alerta, elijo observar sin juzgar, elijo disfrutar de lo que tengo hoy,
elijo ser consciente, elijo no preocuparme del futuro, pues siempre es
Hoy. Elijo despertar.