¿Qué es el estado de
satisfacción? Es un estado que creemos
conocer, un estado que perseguimos todo el tiempo, y sin embargo, es un estado
que cuando lo llegamos a alcanzar resulta demasiado efímero. El ser humano es un ser constantemente
insatisfecho, y eso no es del todo malo ya que eso es lo que en el plano
material lleva a la humanidad a progresar: nunca estando satisfechos con lo que
se tiene, vamos creando cada vez más cosas, por ejemplo: No estando satisfechos
con caminar ó correr el hombre echó mano de los caballos u otros animales para
poder llegar más lejos; al no estar satisfecho con eso inventó los vehículos
con ruedas para ser tirados por los animales más rápidos, y después no
satisfecho con eso, inventó los vehículos motorizados, y no satisfecho con eso
inventó los vehículos voladores, y no satisfecho con eso inventó los cohetes
para llegar todavía más lejos… Y así,
con todo. El hombre es el único del
reino animal que mientras más tiempo pasa más necesidades tiene. Y como prueba basta un botón: nuestros
abuelos vivían sin problemas sin teléfonos, computadoras, internet, y tanta
tecnología de punta que ahora es más que
indispensable. Los antiguos egipcios,
griegos, mayas, aztecas, todos construyeron grandes obras de ingeniería sin la
maquinaria que ahora resulta absolutamente indispensable para cualquier
construcción, por sencilla que sea.
Entonces, por ese lado, parece
que la constante insatisfacción del hombre es algo muy bueno en el plano
material, pero… ¿qué pasa en el plano mental, energético, y espiritual?
Alguna vez leí (no recuerdo la
fuente ni el autor) que cuando el hombre busca la satisfacción a base de riqueza
material, es como si quisiera saciar su sed con agua de mar: mientras más
tiene, más quiere y más necesita, y nunca va a saciar su sed, al contrario,
mientras más toma más deshidratado queda.
Por lo que nunca puede sentirse satisfecho a base de riqueza material.
Nuevamente para muestra basta un botón: Michael Jackson, Elvis Prestley, Y
muchísimas personas que alcanzan el éxito, la fama y la riqueza que todos
soñamos con conseguir algún día… y sin embargo murieron completamente
insatisfechos.
Y ¿no es estar satisfecho igual a
estar feliz ó estar en paz? ¿no es estar
en paz y felices nuestra meta última? Y si
no lo es… ¿entonces para qué tanto esfuerzo por conseguir más y más? Tal vez
estamos errando el camino para llegar a esta meta de felicidad y satisfacción
plena.
Dice el segundo principio
hermético (principio de reciprocidad): “como es arriba es abajo, como es abajo
es arriba”. Aplicando este principio al
tema de satisfacción: este estado de insatisfacción a nivel material se ve
reflejado en otros aspectos de nuestra vida, como el comer. Los que tenemos el problema de comer de
manera compulsiva precisamente comemos de esa forma porque nunca nos sentimos
satisfechos (al menos en mi caso, aunque mi estómago se sienta “lleno” hay algo
en mí que me pide más y más, y que quisiera poder comer todo el día si esto
fuera físicamente posible). Hay personas que reflejan el estado de
insatisfacción en su relación con las drogas, el alcohol, el sexo, el trabajo,
etc.
Y creemos que seremos felices y
estaremos por fin satisfechos cuando logremos aquello por lo que estamos
trabajando: estar delgados, estar saludables, llegar a unos Juegos Olímpicos,
terminar un maratón, tener una cantidad determinada de dinero en el banco,
tener “X” número de propiedades, lograr el puesto anhelado, ó lo que sea. Y muchas veces llegamos a esa meta, nuestra
satisfacción dura unos minutos, horas, tal vez días… y luego se esfuma, otra
vez la insatisfacción, otra vez el vacío.
No sé si les pase a ustedes, pero yo con todo esto como un hámster que corre en su
rueda a toda velocidad sin llegar jamás a ningún lado.
Ayer vi una película de Wayne
Dyer: “El cambio”, en la que nos explica que todos los maestros espirituales
coinciden en que el estado de plenitud y felicidad es algo que se encuentra
dentro de nosotros. Es el estado al que
se llega cuando logramos conectar con nuestra esencia, con nuestra fuente, con
Dios. Cuando actuamos desde el corazón,
desde este estado de conexión con la fuente, entonces todo lo que hagamos será
pleno, estará alineado con nuestro dharma (la misión que la divinidad nos
asignó para llevar a cabo en este mundo material), y entonces estaremos felices
sólo con el “hacer”, cualquiera que sea nuestra misión, y estaremos desligados
del fruto de nuestro esfuerzo, ya que simplemente hacer lo que estamos destinados a hacer nos
llena de satisfacción, y no necesitamos nada más.
Los que somos comedores
compulsivos, o tenemos cualquier otra obsesión por la comida, tenemos en ella a
nuestra maestra, es el indicador de cómo estamos a niveles más profundos del
ser. Si sentimos la necesidad de comer
mucho más de lo que verdaderamente necesita nuestro cuerpo para funcionar
correctamente, ó estamos pensando todo el día en comer correctamente, en contar
calorías, en seguir estrictamente un plan
aunque nuestro cuerpo nos pida a gritos otra cosa, todo ello es un reflejo de que vamos por la
vida desconectados de nuestro cuerpo, de nuestra mente y, por supuesto, de
nuestra alma; de que estamos buscando la satisfacción en lo material, de que
vivimos bajo la influencia del ego. La
comida es la que nos indica que es el momento de conectar con nosotros mismos,
de reencontrarnos, de buscar a Dios, a la energía universal ó como quieran
llamarle. En cuanto encontremos ese
estado de plenitud, todo lo demás vendrá solo, y seremos capaces de escuchar a
nuestro cuerpo, que tiene la capacidad de saber exactamente qué, cuánto y cuándo
comer; sólo entonces viviremos en felices y en paz.